Tina y Tona es una marca de moda sostenible creada tras el despertar de mi conciencia.

Esto me hizo parar y ver el ritmo que lleva la vida y la sociedad. Cansada de un ritmo frenético de quehaceres y cosas materiales que hacen que el tiempo vuele sin apenas haberlo disfrutado.

Prendas atemporales, versátiles y duraderas con el uso de materiales naturales y biodegradables, fomentando el uso del cáñamo en la industria textil.

Tras cursar un año de Arteterapia en “El Recreo” (Murcia), empecé a hacerme preguntas como, cuál era mi camino, a qué ritmo iba y si iba en aquella dirección que deseaba.

Entonces paré, empecé a unir mis fuentes de inspiración como son la naturaleza, la fotografía, la expresión de las emociones y la ropa. Fue cuando decidí empezar a crear mi realidad personal, de donde surgió Tina y Tona.

El principal objetivo es bajar el ritmo frenético de producción y conectar emocionalmente con cada prenda para alargar al máximo su ciclo de vida y así cuidar tanto de la naturaleza como de las personas.

Consumiendo de forma sostenible y cuestionando la procedencia de los productos que compramos, los materiales de los que están hechos y las condiciones en las que son creados, lograremos crear una sociedad más consciente.

Mis raíces vienen de la tierra y los valores que me inculcaron, acarician la naturaleza y a las personas

— CRISTINA MORENO

Mis raíces me transmitieron estos valores, de ahí, que el nombre de la marca surja de los dos nombres de mis abuelas Agustina y Melitona.

Mi familia y yo crecimos en un pueblo de la llanura manchega rodeados de naturaleza. Pasamos millones de tardes correteando en la huerta de mi abuelo llena de su cosecha y árboles frutales. Tiempos en los que la palabra sostenibilidad ni se pronunciaba, ya que los ritmos iban acompasados con el respeto a la tierra. Mi padre me inculcó el amor por la tierra y los animales. Esa huerta es la misma que ahora él recoge todo lo que siembra.

Desde que recuerdo, mi madre cosía la ropa de mis hermanos, mi padre y sus propios trajes. Ella fue la que me inculcó el amor por la costura sin haberme dado cuenta. Si echo la vista atrás, recuerdo las tardes que pasaba con ella jugando a dar puntadas y  a ordenar por colores  los millones de botones sueltos que tenía en su cajita de metal.